Entradas populares

domingo, 21 de septiembre de 2014

Regata Bahía de Málaga - Bahía de Al Hoceima (2ª parte)

El Hotel Al Hoceima distaba unos cuantos kilómetros (¿ocho, nueve, diez?) del puerto deportivo y del pueblo del que tomaba el nombre. La organización había contratado los servicios de varios micro buses, tres diferentes logré contabilizar, sacados de los mas variopintos lugares. Uno escolar con asientos y espacio pensados para niños de seis años en el que apenas podíamos encajarnos como anchoas en aceite, otro al que había que animar cada vez que encarábamos una subida y el tercero, el más aceptable y el primero en el que nos desplazamos hasta el hotel tras la recepción oficial de bienvenida.




La carretera, que primero atravesaba el centro de la villa para después convertirse en un trazado sinuoso, finalizaba en una bajada bastante impresionante sobre la que se dibujaba el zig zag del asfalto. Debo reconocer que las vistas eran magníficas: Una cala pequeña, flanqueada de montes cubierta de un verde bosque de pinos y que se abría a la bahía donde la presencia del islote fortificado del Peñón de Alucemas (en castellano) lo dominaba todo. El peñón sigue siendo territorio español con presencia permanente del ejército nacional. No quiero ni pensar en lo largos que pueden resultar los días encerrado en un islote de unos cuantos metros cuadrados de superficie y rodeado por todas partes por las aguas territoriales de una nación diferente.


Nos dio la bienvenida una puerta giratoria en permanente funcionamiento que daba paso a una gran sala donde estaba ubicada la recepción. Buena atención y ganas de agradar y solucionar problemas fueron la carta de presentación que el personal nos puso por delante ante algunos problemillas que se habían producido en la adjudicación de habitaciones. Por fin pudimos tomar posesión de la nuestra, confortable, bien equipada y con vistas al jardín, verde y muy bien mantenido. Nuestra reacción fue la lógica: ducha y sueño.


Nos levantamos a las diez de la noche, bastante desorientados tanto por el profundo sueño como por la diferencia de una hora que hay entre España y Marruecos. María en principio pensaba que era demasiado tarde como para ir a buscar algo de cena, pero enseguida la saqué del error y nos arreglamos para acudir al comedor. Buffet libre de calidad aceptable, mas o menos variado, y con la bebida a pagar aparte. Suficiente para quien llevaba un día entero a bocadillos y con el estómago revirado. Se nos amenizó la velada con el mismo grupo de música que nos había recibido en el puerto.


 La única nota verdaderamente negativa fue el te verde que nos tomamos: ¡pura agua manchada cobrada a precio de oro! Sin demorarnos demasiado nos fuimos de nuevo a dormir ya que al día siguiente teníamos la regata costera.

A las ocho y media estábamos desayunando juntos y esperando la llegada del bus que nos llevaría hasta nuestros barcos. Una vez superada la dura prueba del trayecto por tierra nos preocupamos de la regata. Consistía esta en un recorrido barlovento - sotavento y vuelta con la linea de salida cercana al peñón y la boya de sotavento cercana al puerto que también sería la línea de llegada. Viento de poniente racheado. El patrón nos organizó de inmediato. Paco, al que llamábamos chico para diferenciarlo del otro, de proel. Susana y Paco (el grande, obviamente) en el piano, María de banda, yo en la mayor y Pepón a la caña. Disfruté. No por ganar o participar, sino porque el recorrido y los cambios de viento nos obligaban a bordos frecuentes, la empopada con el espinaker y una estrategia que, a decir de Pepe, buscaba hacer nuestra propia regata ya que era difícil competir de tu a tu con barcos mas grades y preparados por no hablar de tripulaciones bien entrenadas. Pese a todo hicimos un buen papel y como he dicho, lo pasamos bien aparte de practicar bastante las viradas y trasluchadas. Nada mas cruzar la línea de meta Paco y yo nos dimos un magnífico y refrescante baño en las limpísimas aguas de la bahía.






Finalizando el recorrido la organización comenzó a dar por radio las clasificaciones de la combinada. Y ahí si que me sorprendí. Ya he comentado que ganar o no me es bastante indiferente. Pero hay cosas incomprensibles que necesitaría que alguien me explicase: ¿Como es posible que un barco que se retira aparezca clasificado por delante de nosotros? O ¿como es posible que un barco que en la regata de altura llega por detrás de nosotros figure en la general por delante por muy buen papel que haya hecho en la costera? Reconozco no entender nada de ratings, compensaciones ni demás partes del reglamento de regatas, pero aplicando la lógica me cuesta verle el sentido. En fin, puede que algún día llega a comprenderlo.

Por la tarde se celebraba la entrega de premios. Lo habían organizado en otra cala a la que llamaban cala bonita. Y a fe que lo era, o lo fue. Ahora, muy urbanizada y atestada de gente, se necesitaba algo de imaginación para entender el por qué del nombre. Nuestra cultura occidental infecta todo lo que toca y aquí se veía como el urbanismo occidental había colonizado un espacio privándolo de su belleza original. ¡Es que no hay manera de que aprendamos de la experiencia ajena!



En principio la entrega estaba pensada que se celebrase en la terraza de un bar, todo madera y vistas al mar. Pero parece que la cantidad de publico que se esperaba había superado con generosidad las expectativas de los organizadores y sobre la marcha hubo que disponer otro emplazamiento. Se decidió ubicar toda la ceremonia en la misma plaza, al pie de la terraza del bar. Y ahí ocurrió algo a lo que no estamos acostumbrados los españoles (o ,por lo menos, yo no he tenido ocasión de presenciarlo nunca): Todos los asistentes agarraron sillas, mesas, equipos de sonido, micrófonos, trofeos, diplomas etc y, en un abrir y cerrar de ojos, lo reinstalaron en la plaza.





Con todo el público sentado y nosotros disfrutando de un buen te verde con menta en la vacía terraza desde donde se dominaba todo el espectáculo, comenzó la entrega. Coincidían juntas una regata nacional de optimis y la que nos había llevado allí. Por supuesto los niños de la vela ligera fueron los primeros y nosotros después. Ventura del Mar fue el barco que se llevó ...todo. Enhorabuena. Tras la entrega, larga hasta decir basta pues los presentadores no terminaban de hablar nunca ( había uno que, por la energía que desplegaba y el tono que usaba, Pepón decía que habían contratado al que trasmitía los partidos de fútbol en la televisión) nos llevaron a un concierto de la Orquesta Filarmónica de Málaga que hasta allí se había trasladado como colaboración del Ayuntamiento malagueño con todo el evento. Mozart y las cuatro estaciones de Vivaldi. Precioso si no fuese por la poca costumbre del público escuchando ese tipo de música lo que provocaba que muchos se levantaran, hablasen casi en voz alta o jugasen con los móviles sin parar. Tras la cena, María estuvo un rato en la habitación de Pepón con Susana y Paco (grande) mientras que yo caía en un dulce sueño hasta el día siguiente.
La idea era salir tras el desayuno pero los planes están para cambiarlos y, sobre la marcha, decidimos hacer una visita al zoco y mercado del pueblo. Subidos en dos taxis nos llevaron hasta la zona del mercado. Al Hoceima me dio la impresión de una ciudad que dudaba entre su origen español y su cultura marroquí. Edificios claramente europeos cobijan un estilo de vida netamente norteafricano.




Paseando por sus calles con puestos en las aceras, ambiente de rastro, gente sentada sobre una manta que acumula todo tipo de objetos a la venta desde teléfonos móviles hasta chatarra y las típicas tiendas marroquíes, pequeñas, abiertas a la calle, atestadas de mercancía nos encontramos con la entrada del mercado. Su mercado, no un espacio turístico cara al viajero. El sitio donde se abastecen. Un laberinto de puestos apretados unos contra otros siguiendo un orden enigmático del que solo pudimos deducir su organización por mercancía: verdura, pescado, vestidos, zapatos...etc. La luz del no llegaba al suelo. Un falso techo fabricado de uralitas, cartones, lonas, plásticos lo impedía. Allí nos adentramos disfrutando de ese ambiente colorido donde las especias competían con las frutas y verduras, los pollos vivos y los huevos recién puestos. María compró un litro de aceite del que todavía disfrutamos en los desayunos de casa.






Y tras el paseo nos dirigimos de nuevo al puerto para realizar los trámites de salida. Sorprendentemente fueron sencillos gracias a la intervención de un funcionario marroquí que en el momento que se enteró que habíamos venido con la regata nos facilitó todo el proceso. Fuimos los últimos en salir. Soltamos amarras sobre las dos de la tarde, con el toldo puesto, a motor y navegando a la francesa (solo con el génova) gobernados por nuestro negro, un piloto automático de ese color que nos liberaba de esa tarea ahora que volvíamos sin la presión de las normas de carrera. El calor era importante y Pepón dijo que, al no estar en regata, la comodidad era mas importante que la rapidez.





En el horizonte la línea del mar se ondulaba anunciando que en el centro del canal las olas iban a ser importantes. A media tarde el viento comenzó a aumentar momento en que el patrón decidió que ya era hora de retirar el toldo y levantar la mayor. navegábamos haciendo cinco nudos con el viento por la amura de babor. El mar, con ola cruzada, mas grade por la proa y la de viento del través. El tiempo, como siempre, transcurrió entre conversaciones, muchas sobre cuestiones marinas: corrientes, como detectarlas, trimado de las velas o la jarcia. Otras de índole mas personal. charla agradable que nos permitía pasar las horas mientras el negro trabajaba cada vez más.



Llegada la hora y al no haber establecido guardias concretas, me fui a dormir. María se había establecido en el interior y no saldría de el en toda la travesía. Ayudaba desde dentro en todo lo que podía pasando aquello que se le solicitaba, preparando comida o, si no tenía cometido alguno, jugando con el Ipad o dormitando. Sobre las dos me llaman para hacer mi guardia. Bien abrigado y pertrechado de traje de agua asomo la cabeza para llevarme una soberana sorpresa. Me encuentro con un mar bien formado con olas de metro y medio a dos metros, vientos que marcan 27 nudos, dos rizos en la mayor, el genova bajado y bien sujeto a los candeleros de estribor y rodeados de luces por todos lados. Me cuentan que nada mas irme yo a dormir se rompió la driza del enrollador del foque lo que explicaba el estado en que lo hallé. Que, de no tener a la vista ni un solo mercante en el horizonte, como habíamos estado durante toda la tarde y principios de la noche, de repente se empezaron a encender luces por todas partes. Pepón fue el que dijo que me despertasen porque pensaba que era algo que tenía que ver y experimentar. El centro del canal es una autovía de trafico intenso que por la noche es todo un reto para los pequeños veleros. La cuatro horas y media siguientes fueron un pelear con la mar que exhibía su cara menos amable: una fuerte marejada con vientos constantes de 27 nudos y un sortear mercantes de gran eslora que nos mantenían en vilo intentando identificar con suficiente antelación si iban o venían, si su rumbo era preocupante o podíamos relajarnos respecto a el. En un par de ocasiones el patrón desconectó el piloto automático y tomo la caña para quitarnos de la derrota de alguno de aquellos monstruos iluminados que se nos venían encima. Una experiencia interesante y agotadora pero que no me habría perdido por nada del mundo.
Sobre las seis y media, cansado, empapado y con los ojos que se me caían, hicimos el cambio de guardia. Recuerdo esas horas de sueño como si me hubiese dormido dentro de una piscina. Tenía la sensación de mantener las manos permanentemente húmedas. Me costó conciliar el sueño pero al final el cansancio ganó la batalla y solo me desperté cuando la luz de la mañana iluminaba la costa de Benalmádena. Estábamos a la vista del puerto base del Rewind. El resto no tiene mas historia que amarrar, ordenar el barco y dejarlo listo para su descanso.


El nuestro comenzó con un buen desayuno seguido del trasporte hasta el coche que habíamos dejado en el Candado con el que llegamos de nuevo a casa para terminar de reponernos con una magnífica ducha caliente y relax, relax, relax.
Fue en esa  especie de trance cuando María me preguntó: Ángel, ¿nosotros no vamos a navegar de noche, verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario