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domingo, 21 de junio de 2015

Salvamento del Quimura. Demostración de mi inexperiencia

Ni quiero negarlo ni deseo esconderlo: esta entrada es para dejar constancia de mis deficiencias como marino.
La previsión meteorológica indicaba un viento de poniente suave hasta las doce o doce y media, hora en que comenzaría a subir hasta los quince nudos o más.
En vista de ello decidimos salir temprano (un tempraneo de jubilado: sobre las once de la mañana) y navegar una hora y media escasa. Como detalle, decir que la idea era aprovechar esa corta singladura  para que yo, aunque acompañado de mi Almiranta, practicara la navegación en solitario. Todo iba como la seda. Preparé el Quimura para salir incluyendo la instalación del piloto automático, mecanismo que solo he probado una vez, pero que no dio ningún problema. Soltamos amarras y comenzamos nuestra aventura. Realicé el izado de mayor, llevado por el piloto automático, no diré que a la perfección pero si con un nivel aceptable. Abrí el génova  y en ceñida bastante apretada alcanzamos los 6 nudos rápidamente. Mi sensación de marino satisfecho era grande. María sentada en la bañera solo disfrutaba de su posición de pasajero.




Necesité algo de ayuda en la realización de una virada pues no fui capaz de manejar la caña al mismo tiempo que soltaba  la escota tensa y cazaba la de babor mientras me situaba amurado a estribor. Anoté mentalmente que debía estudiar cómo realizar solo esa maniobra pero la ayuda de mi esposa no me vendría jamás mal.
Sobre las doce o doce y cuarto, no lo se con exactitud y solo lo calculo en relación con el final de todos los acontecimientos siguientes, decidimos volver al puerto pues se notaba que el mar se había cubierto de borreguitos y el viento se hacía cada vez más fuerte. Intenté la recogida del génova con el enrollador pero no pude y pensando que el problema residía en que no sabía controlar la caña al mismo tiempo que hacía fuerza para el enrollado le pedí a mi mujer que lo intentase ella y me aproé al viento algo mas para facilitar la maniobra. Pero ella tampoco pudo. Algo impedía el movimiento. Y ahí comenzaron los problemas.
La secuencia de hechos (y errores) que cometí no la tengo demasiado clara así que intentaré dar una visión general de lo que recuerdo. Primero mi mujer se fue a proa a ver si se había atascado el cabo en algún sitio. Nada. Todo libre. Pero el enrollador seguía atascado. Entonces comencé yo a tomar decisiones. Le pedí que tomara la caña y me aproase totalmente contra el viento. Mi idea inicial consistía en que al flamear en crujía sería más sencillo forzar su recogida. Pero a María, quién no ha superado su miedo al mar, aunque lo intenta con denuedo, la ganaron los nervios. No podía mantener el barco aproado y yo no conseguía recoger la vela. Volví a la bañera y aproé de nuevo a barco, María pudo bajar la mayor pero a mí me daba miedo dejarla ir hasta la proa a intentarlo con el foque. Así que volví a pedirla que tomara la caña para hacer yo ese trabajo. Con mucho esfuerzo cometí mi segundo error: logré llevar las dos escotas hasta la cornamusa de proa y pude llevar el puño de escota hasta su vertical. Quería amarrar con varios cabos el génova al estay de proa.

Lo se, idea absurda e imposible de conseguir entre otras cosas porque seguía embolsando tanto aire que no había forma de reducirlo y los nervios de María ya eran llanto y miedo manifiesto a pesar de que ella seguía al pie del cañón aunque no llegaba a controlar el barco. Le había pedido que aumentara la potencia del motor para vencer la presión del viento y al ver que seguía sin tomar rumbo, volví a popa y tomé la caña cuando comprobé que los problemas nunca vienen solos: había humo en el salón, encima de las escaleras de bajada. O sea, deduje, humo del motor. No dudé un segundo. Apagué el motor. Y entonces María ya gritaba que llamase pidiendo ayuda en un estado emocional fuera de control y yo continuaba intentando que el génova no embolsase, sin resultado alguno. Acabé cogiendo el micro de la radio y solicitando ayuda. Primero al puerto, pues estábamos a una mínima distancia de la bocana. Pero ahí también algo debí hacer mal porque no escuchaba respuesta alguna. Radio Motril si me contestó y llamó a Salvamento de Tarifa. También otro barco me hizo de enlace y llamó al puerto del Candado. Por fin Salvamento contacta con nosotros y me pregunta si sale o no. Yo al principio le digo si pueden esperar unos veinte minutos, tiempo que considero prudente para ver si alguna de las llamadas ha surtido efecto o yo he podido resolver el problema, pero me ellos me dicen que no corra riesgos que, sin motor y cerca de la costa, prepare un fondeo y que no demore la toma de decisiones. Yo, pensando en mi esposa, tomo la vía fácil y le digo que salgan a ayudarnos. Curiosamente a los cinco minutos la que aparece es la lancha de salvamento del puerto del Candado con uno de los monitores de la escuela de vela que tiene y que viene a nuestro rescate. Solo ver la lancha supuso que María se relajase notoriamente. Comenzó por amarrar la proa, donde yo estaba y a dirigir a mi mujer para colocarnos frente al viento. Luego arriamos el génova. ¿Por qué ni se me pasó por la cabeza esa opción? No tengo respuesta aunque puedo imaginar que, para un novato como yo que solo enrolla y desenrolla una vela, la imagen del arriado llega a desaparecer. Pero es otro error que añadir a mi colección. La entrada hasta mi amarre fue simple y ya sin problemas. 
Ya amarrados comienzo a ver el estado del barco. El pasador que sujeta el tensor del estay de proa y el enrollador ha perdido su aro de seguridad y solo esta sujeto en uno de los orificios. O sea, a punto de soltarse. El primer peldaño del palo para subir a lo alto se ha roto y se ve que el aluminio está corroído. El motor que vuelvo a encender sigue echando humo, poco, pero sigue. Así que decidí atender al enrollador y lo volví a afirmar fácilmente tras haber solucionado también el problema del atasco que no era otra cosa que una mordaza que el propio cabo se había dado en la salida. Obviamente el foque estaba quitado y bien doblado. 
Cuando escribo esto ya han pasado varios días. Con ayuda de amigos he estado intentando reparar el motor pero no he logrado que deje de echar humo así que mañana, lunes, hablaré con un técnico para que lo vea y lo arregle. He resuelto el tema del peldaño y he vuelto a tensar el estay aunque todavía no he vuelto a instalar el génova. A salvamento marino le he tenido que abonar 309 euros aunque ellos no realizaron el salvamento pero la ley dice que si sueltan amarras generan gastos, menos mal que me lo cubre el seguro. Para el Candado solo tengo elogios. Su ayuda resolvió nuestro problema, su presencia serenó a mi mujer y no se han metido demasiado conmigo, aunque tenían mas razones que un santo. La foto corresponde a la lancha que salió a ayudarnos. Es la amarilla, claro.


La experiencia, no muy agradable, me ha resultado muy productiva en aprendizaje: Se que no tengo ni idea y que debo seguir aprendiendo con humildad de los que saben mas que yo. Concretamente he aprendido que tengo que saber manejar el piloto automático correctamente, que el génova se puede arriar, que si hay humo debo mirar si también hay fuego, que las velas jamas se deben arrugar ni tienes fuerza para dominarlas, que tengo que practicar mucho mas con la radio para no cometer errores. Tengo un gran listado de cosas en las que pensar y muchas mas a las que dedicar tiempo y fuerza (ademas de dinero) pero algo destaca sobre todo lo demas: no voy a dejar de navegar a pesar del bajo concepto que tengo ahora de mi como marino. Sigue siendo mi sueño de vida. 

5 comentarios:

  1. Pues yo te tengo en alta estima como marino, pocos tienen la humildad de reconocer sus errores y normalmente esos son los malos patrones. Te propongo un ejercicio que le hago a mis alumnos: sal un día bueno tu solito, prepárate toda la maniobra de virada, cuando tengas todo claro y requetepensado le das al piloto para que vire; sobradamente, 100 o 120 grados, no importa. Sueltas la escota de barlovento, luego con calma cazas la otra escota; mientras el piloto hace su faena; y cuando ya hayas acabado y lo tengas todo bien puesto desconectas el piloto e intentas llevarlo al rumbo que toca y acabas te trimar. Repitelo hasta que te salga perfecto. Cuando tengas soltura tu solo, verás como María se siente muy a gusto en el barco, lo más aterrorizante para un neófito es que al patrón le superen los acontecimientos.

    Buena suerte Angel y un abrazo

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  2. Angel, me encanta, después de todo, ver que sigues teniendo tu ilusión por navegar intacta.

    Todos estamos aprendiendo siempre, solo te tienes que dar una vuelta por mi blog para ver la cantidad de situaciones complicadas que hemos tenido, muchas veces por falta de experiencia, a mi me da lo mismo, sigo empecinado en continuar navegando.

    Poco a poco Angel, no hay prisa, irás cogiendo confianza y manejando la maniobra. Hazle caso a Ana.

    Un abrazo,

    Javi - Miss Regina

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  3. Angel, creo que todos tenemos que estar constantemente aprendiendo... dia a dia, y mucho mas en este "veneno" de la mar que llevamos dentro... Sin prisas, pero sin pausas.

    Un abrazo.

    Paco.

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  4. Formidable ejercicio de humildad, ya quisieran muchos aprender de sus propios errores y publicar sus torpezas en un blog, por mi parte has conseguido engancharme a tu sueño, estoy seguro que pronto dominaras tu barco con destreza y te adelantaras a los acontecimientos antes de que estos se produzcan, buen viento.

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  5. He leído tu relato con la curiosidad de la neófita que está haciendo sus primeros pinitos en esto de la vela. Así que cuando he llegado al problema (¡horror! ¡enrollador atascado! eso en las clases no pasa) he dejado de leer y me he parado a pensar ¿qué haría yo? y cuando lo he tenido claro he seguido leyendo y toda contenta he pensado... - mira qué bien, haría lo mismo que está haciendo él, ir a proa para "enrollar a mano o amarrar de cualquier manera el génova al stay, cual morcilla velera" - menuda loba de mar estoy hecha. Y menudo chasco cuando he seguido leyendo y he caído en la cuenta de mi error -con lo que costaba izar la mayor a la que el barco dejaba de estar mínimamente aproado, dichoso viento... o no-. He vuelto a parar y a pensar... ¿otras opciones? soltar las escotas y dejar que flamee libremente el resto del trayecto -menudo escándalo- o... ¿arriarla? Claro, si se puede izar, también se podrá arriar (y es que he recordado que el primer día de prácticas del PER, este verano, tuvimos que poner el génova porque, de manera imprevista, no estaba en su lugar -sino yo seguiría convencida de que el génova es esa vela que "por generación espontánea" está siempre enrollada en el stay). Bueno es saber que se puede atascar, también. Supongo que sentada desde el sofá me ha sido más fácil deducir otras alternativas, a la hora de la verdad, imagino que me habría puesto de los nervios y habría acabado llamando a salvamento. Aunque si ahora me pasara, igual recuerde haber leído tu historia y la forma tan sencilla de solucionarlo. Así que muchísimas gracias por compartirlo, de parte de alguien a quien también le ha entrado el gusanillo y que cada vez es más consciente de lo muchísimo que le queda por aprender.

    Un abrazo, Toni.

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